viernes, septiembre 15, 2006

Manuel Vicent

-Sin palabras.


"No lo toques más, Sam, que así es la rosa.
En la cima de la pirámide de basura que se acumula a lo largo del día está el negro de la película de Casablanca interpretando al piano este verso de Juan Ramón. La pirámide tiene por base los excrementos de perro que salpican las aceras de la ciudad, pero su vértice termina en el cielo a los pies de una divinidad incontaminada. Un pequeño paraíso, un pequeño infierno se va superponiendo a cada hora hasta construir un día entero que empieza con las opiniones terribles vertidas a bocajarro por la radio al amanecer en medio del perfume delicioso a café y tostada. A partir de ese momento la escalada se inicia con una bifurcación. La filosofía moderna consiste en elegir entre dos caminos distintos en esta ascensión a la pirámide para alcanzar de noche la gloria del sueño. Se puede seguir la llamada ruta de las calamidades o la famosa ruta del aroma a café en el desayuno. La primera te lleva a creer, después de oir la radio y leer el periódico, que el mundo es una miseria equivalente a los excrementos de perro en las aceras, incluída la política y la cultura; la segunda te obliga a cerrar los ojos y a imaginar que ese humo perfumado del primer café es la columna más sólida en que se apoya la existencia. A medida que el sol se desarrolla en el firmamento, aquí abajo el jefe te escupe en el pescuezo, bombardean cualquier Mesopotamia y a tí te aplastan en el metro, los pederastas entierran a sus niños en el sótano y tú no despiertas el más mínimo interés de nadie. En medio de tantas hormigas con pistola y talonario sólo eres un tipo oscuro, aburrido, alimentado con imágenes de violencia y lujo inalcanzable. En cambio, aún persiste el perfume del café en tus labios. Mientras la basura diaria se superpone, la profundidad del humo te lleva a un fragmento de Mozart, a una copa de Oporto, a un paseo de otoño, a una página escogida, a una mirada sostenida en el bar que sirve de refugio en la escalada. En la cima de la pirámide está el negro del piano.
No lo toques más, Sam, que así es la rosa."


-Sólo diré,...sublime, Manuel Vicent.


2 comentarios:

Ysa dijo...

Me gusta Manuel Vincent, te dejo un saludo preciosa. (Ahora mismo tengo uno de sus libros esperando a que lo acabe, La Novia de Matisse).
¡Un abrazo!

Chus dijo...

Gracias por la ojeada, te lo agradezco un montón.
¡Qué risa!, acabo de recordar que en alguna parte leí hoy un texto más bien jocoso de Manuel Vicent acerca de los espejos. Nada que ver con el tipo de lenguaje que emplea en este, por demás profundo y trascendental.
¿Será acaso una conspiración?
Por lo pronto los espejos nos hacen confluir en un mismo punto.
Y te debo una visita más que justificada, jaja, para que sumen y sigan.
Otro abrazo para tí, preciosa.