miércoles, octubre 10, 2007

Trailer







Tal vez lo que voy a contar, antes de hacer un breve comentario sobre la película, carezca de importancia, incluso he llegado a pensar que si volviera sobre mis propios pasos, ocurriría de nuevo.
Me explico.
En determinadas circunstancias, y ultimamente se repiten mucho esas 'circunstancias, me gusta circular por carreteras vacías, sí, esas que la mayoría de la gente detesta por resultar incómodas o peligrosas por su estrechez o mala conservación.
Pero a mí me gustan, y no sólo por esa aparente tranquilidad, sino por las magníficas vistas que las rodean, en este caso concreto, campos y campos extensísimos de tierra fértil con una diversidad de colores espectacular. Me cautivan de tal manera esas visiones lejanas a las urbes, donde los contrastes parecen detonar en uno mismo una dura capa casi extinguida del entendimiento, que no pocas veces me detengo a contemplar en mitad de la carretera y con el motor a ralentí (con las debidas precauciones, claro está), todas aquellas cosas que llaman poderosamente mi atención.
Cuando volvía de Urueña, un pequeñito pueblo medieval convertido ahora en "Villa del libro", y cuyas fotos seguramente mostraré en un nuevo post... (vaya un pequeño adelanto)




...recuerdo muy intensamente el vuelo frenético y serpenteante de unas cuantas bandadas de pájaros cruzando la carretera.
Yo circulaba muy despacio. Tenía la sensación de que en cualquier momento esos pequeños pero enajenados bicharracos se estamparían contra el parabrisas de mi coche.
A mi derecha, al borde justo de la carretera, a unos treinta metros, un astuto cuervo se adueñó de toda mi concentración. Tan quieto, altivo, soberbio, siniestro...pero tan quieto, que tan pronto como pude volví a mirar al frente sacudiendo mi cabeza como queriendo salir del trance. Sin embargo, pocos metros más adelante, me doy cuenta de que estoy a punto de darme de bruces con un pájaro plantado en mitad de la carretera (sí, suena exagerado por la diferencia de tamaño, lo se, pero así fue mi sensación)
Lo espantará el ruído del motor, pensé yo, ingenuamente..., pero lejos de intimidarle, fui yo la sorprendida y tuve que dar un volantazo para evitar el atropello.
Me alegré de comprobar que mis reflejos continuaban intactos, pero sobre todo me quedé un buen rato estupefacta.
¿Pájaros suicidas? No, no lo creo.
Recordé entonces, no se muy bien a través de qué mecanismo mental, la película que había visto el día anterior: "El Método"

...de la cual hablaré, Próximamente (jeje, así como para darle más emoción a la cosa)