jueves, junio 20, 2013

"Cuentos de la Alhambra"

“Solamente el que habita en los ardientes climas del sur puede apreciar las delicias de esta mansión, en que se combinan las apacibles brisas de la montaña con la frescura y verdor del valle. Mientras que la ciudad baja se siente molestada con el calor del mediodía y la seca vega hace confundirse la vista, los delicados aires de Sierra Nevada circulan en el interior de estos hermosos salones, arrastrando con ellos el aroma de los jardines que los rodean. A cada instante convida al indolente reposo la exuberancia de los climas meridionales; y mientras que los ojos, a medio entornar, se recrean desde los umbrosos balcones con el brillante paisaje, el oído se siente acariciado por el susurro de las hojas de los árboles y el murmullo de las cascadas”. 

Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving










 «Allí me detuve para dirigir una última mirada sobre Granada. La colina en que me encontraba domina un maravilloso panorama de la ciudad, la vega y los montes que la rodean, y está situda en la parte del cuadrante opuesto a la Cuesta de las Lágrimas, famosa por el último Suspiro del Moro. Ahora podía comprender algo de los sentimientos experimentados por el pobre Boabdil cuando dio su adiós al paraíso que dejaba tras él y contempló el áspero y escarpado camino que lo conducía al destierro. "

 Washington Irving



Granada, 21 de mayo de 2013.

1 comentario:

Jaime dijo...

Quien expone sus fotografías lo hace para que otros se asombren de sus vivencias, sean sutiles y bellamente adornadas como un paisaje o una foto familiar o ásperas y de contrastes amenazantes como en los acantilados de Cantabria, donde la muerte canta sus glorias marinas; en cambio tú, mujer de palabras contenidas que teme alterar con un suspiro las telas de araña que se fabrican en los rincones de su noche, pegas tus fotos en nuestra retina como si de una sangrienta colcha de sentimientos se tratase, como si en cada punto dejases algo vivo, algo expuesto a la improbable mirada de quien que pueda mirar sin tiempo, no para reconocer el paisaje ni identificarte en ella, sino para vivirte y dialogar contigo, de presentir en cada foto tu silencio.