martes, noviembre 03, 2009

Ermitaño

Como a la playa que quedó abandonada hace tiempo por causa de un temporal insufrible para las criaturas que la habitaban, así llego yo de nuevo aquí, cual cangrejo ermitaño que sustrajo su cuerpo a la tormenta enterrándose en la arena y al sentir un poco de sol en la superficie emerge para encontrarse a solas con el pasado, del que algún girón de tela o un madero semienterrado le hablan con una nostalgia que suaviza la alargada sombra de sus patas en la desolada e inmensa arena.

Como a todo ermitaño, me caen de perlas tanto el arrasado paisaje como la voluntad de sus antiguos habitantes de huir lo más lejos posible, pues encontrar un espacioso caracol que conserva sutiles cantos pudiendo derrochar el tiempo en ensayar aquí mi estancia, es más de lo que podría esperar aquel que encuentra en los silenciosos murmullos de la tierra su más preciada razón de volcarse a las estrellas...

Así que:

!Salve, oh tierra mía, caracol mío que me acoges con la generosidad infinita de lo invariablemente cierto!

J.

9 comentarios:

Jaime dijo...

Me pregunto cómo será llenar aquellos espacios que se forman en las orillas de la vida, esas rugosidades remotas a donde no creí necesitar llegar, epígonos de mi libertad, impuestos por el miedo y la debilidad....

Jaime dijo...

El inocente juego de seguir las huellas en la arena

Chus dijo...

Todo tuyo. :-)

Besos.

(y perdona esta parquedad de palabras)

Jaime dijo...

"Dueño de tí
dueño de qué
dueño de nada.."

jajaja esa es una canción de "el puma" me parece, que dice bonitas y apropiadas frases como:

"dueño del aire
y del reflejo
de la luna
sobre el aaaaguaaa
!dueño de nada!"

jajajajaja

Saludo, beso atemporal

J.

Jaime dijo...

(No me digan que no hay momentos de luz en un caracol)

La estética de un cangrejo ermitaño podría no diferenciarse mucho de la de un borracho que amanece en el malecón: generalmente se queda estático durante larguísimos minutos, con una pata medio levantada. Dicen que escuchan con las patas, de modo que esa posición le proveerá de una octava más o menos, en el fragor del mar. Pero si observamos bien, nos damos cuenta de que su atención está concentrada en un mástil que emerge del agua en movimiento.

Nada nuevo, se deja seducir por la veleidosa combinación de vetas negras y azules, algunas grises, que contrastan con la rigidez del grueso madero.

J.

Jaime dijo...

En los caracoles se tienen sueños recurrentes. Fracciones de una tarde con agitaciones lejanas que traen la presencia de una mujer que, con delicados pasos, asciende por la escalera natural de un parque en la ciudad. Palabras que pudieron haber sido dichas y de las cuales sólo queda la fugaz faceta de una mirada escatimada. Fracciones, en fin, de la realidad que nos rozó la piel.

J.

Jaime dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jaime dijo...

Querido diario:

Hoy amanece desolado; el hoyo que cavé anoche en la arena para librarme del temporal está limpio, sí, como cada vez que miro atrás en mi primera salida. Trocitos de grumo arenoso han rodado por los costados y entre ellos se ven las incisiones de mis patas cuando me impulsé -con poca conviccón, debo admitirlo- para venir a mirar si ella estaba. Hago el ejercicio de crear la imagen en redondo del paisaje y por la tenue indiferencia de detalles, juego a covertir mi caracol en un inmenso huevo, el huevo de la desolación.

J.

Jaime dijo...

Cuando no era cangrejo miraba el mundo plano, y, sobre él, como un lienzo, alguna escena moral, una lucha de algo por ganar cierta cosa que la otra parte no estaba dispuesta a conceder. Si yo ganaba era el bien, si perdía era el mal.

Ahora que tengo ocho patas es conmo si tuviese ocho ojos: no miro el mundo, el mundo llega a tocarme; y sobre él no veo escenas, sólo un claroscuro que se mueve indicándome la hora de la subducción y la hora de venir a ver si el mundo ya tiene su color, o continuará en blanco y negro.

J.