domingo, diciembre 24, 2006

"Cuento de no-Navidad"

Detrás de este árbol, mi particular árbol de navidad, se asienta el mayor espectáculo del mundo. Un circo que ayer se manifestó con todo su explendor. Engullida por un mar de alaridos y brotes psicóticos pude sobrevivir. Son muchos años los que avalan mi experiencia, y por eso quizá me he llegado a convertir en un ser inmune ante la actividad frenética compulsiva de estos días. Debajo de la fotografía encontrareis uno de los cuentos de Paco Gijón que tengo pensado compartir con todos vosotros.



Por gentileza de Paco Gijon.



“En varias ocasiones emprendí el estudio de la metafísica,
pero me interrumpió la felicidad”
Macedonio Fernández

Siento tener que decirlo, pero odio la Navidad. Respeto la práctica privada de cualquier tipo de liturgia basada en creencias personales, religión o superstición, me da igual, pero odio el escandaloso espectáculo de las fiestas colectivas, con su sobredosis de adornos luminosos, música cursi, gastronomía indigesta y alcohol a chorro. ¡Puaf!

Además, cada año la Navidad empieza antes. Todavía es noviembre cuando ya cuelgan bombillitas de colores en las calles y es Navidad en los grandes almacenes. La gente comienza a adquirir cosas que no necesita y que difícilmente puede pagar. Todo el mundo se apunta a interminables veladas ya sea con la familia, los amigos o los compañeros de empresa, haciéndose eco de la llamada de la tribu para luego ignorarse, envidiarse u odiarse. ¡Grrr!

Y sobre todo, lo que más me molesta es la imposición de una felicidad hipócrita y una paz mentirosa. En estas fechas se pide a los seres humanos que olviden sus rencillas familiares, nacionales, mundiales y hasta interplanetarias: la felicidad por decreto, la paz de cartón piedra. ¡Uf!

Estoy harto, muy harto. Hace años que no celebro la Navidad, no como Dios manda, me explico: no hago regalos a la familia ni a los amigos, tampoco los acepto. Quizá me facilita este plan tan austero el hecho de que apenas tengo familia. Los pocos amigos que conservo ya conocen mi carácter. ¡Ejem! Mejor no llevarme la contraria.

Así que para celebrar tan señaladas fechas, libre del trabajo en la oficina, me quedo en casa leyendo un libro, uno de los muchos que aún no he leído o uno de los que he releído tantas veces. Pongo un disco de Eric Satie o de John Coltrane, me recuesto en mi sillón preferido y dejo el mundo al otro lado de la puerta. Ustedes dirán que soy un ser antipático y poco sociable y no les falta razón. Pero prefiero ser un lobo estepario que un cordero del rebaño. ¡Ahí queda eso!

Aunque a veces la vida te sorprende y encuentras a alguien que camina a tu lado. Alguien capaz de compartir tu mundo sin dejar de ser como es. Hace unos pocos meses que la conocí, un ser que con su rara presencia me hace olvidar el desorden de un mundo arbitrario, me hace olvidar hasta la insoportable pesadez de la Navidad. ¡Jeje!

Estos días apenas salgo de casa. Me asomo desde mi terraza, un noveno sobre la avenida principal, y observo. Abajo discurre el hormiguero frenético, obreras, zánganos, reinas de ocasión, chocando y porfiando mientras arrastran sus pesados paquetes, saludándose con dentaduras recién implantadas y rictus estirados, cuerpos liposuccionados bajo las ropas de marca, apestando en la marea de perfumes y desodorantes, que incumpliendo falsas promesas te abandonaba a media tarde. ¡Ag!

Hace unos días Ella vino a visitarme. Llegó con su abrigo oscuro y su sonrisa clara. Abrimos una botella de vino, ni muy joven ni muy viejo, Coltrane acariciaba “My Favorite Things” Nos besamos. Cuando se fue, el cielo era negro y sin luna, la calle estaba sucia. Me sentí desolado contemplando el desorden del universo.

Esa tarde he estado escribiendo una nota, buscando las frases precisas. No quiero que mis últimas palabras sean malinterpretadas, quiero decir algo y decirlo clarito. He pasado la nota a limpio y la he dejado sobre la mesa. Me asomo de nuevo a la terraza. Sólo hay que dar un paso y el ruido, la náusea y todo el horrible espectáculo de pornografía sentimental desaparecerá.

Fuera se oye el estruendo del hormiguero, dentro suenan unas campanitas. Sólo hay que dar un paso, tomar una decisión y ¡a la porra! Suenan unas campanitas, quizá alguien llama a la puerta. Un paso adelante y no más tristezas. Me aparto de la terraza y abro la puerta. Ella entra con el abrigo en la mano y la sonrisa puesta. Rodeo su cintura con mi brazo, nos besamos. Cierro el balcón y la ofrezco una copa de vino. Entonces tomo las cuartillas que dejé sobre la mesa y le digo: He escrito algo. Ella asiente con una sonrisa maliciosa. Antes de empezar a leer añado: He escrito un cuento de no-Navidad."



Paco Gijón

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó mucho el texto, y coincido en muchas de sus ideas.
¿Quién es Paco Gijón? lo siento por mi incultura.

Anónimo dijo...

Paco y sus maravillosas letras.... uffffffffffffff, me interpreta casi en lo absoluto.
què bueno que las trajeras, nena.

muaaaaaaaaaaaaaaa, te keruuu

Anónimo dijo...

Me encantó, dejo un abrazo especial para el escritor y uno para Chus, desde este filo del universo (qué frío hace por Dios).

Muaaaa,
Ysabel.
:-)

Chus dijo...

Paco Gijón es...basicamente un amigo, y ojalá algún día puedan ver nuestros ojos algún libro publicado.

Paco, me gustó especialmente este cuento por su carácter intimista, los contrastes de cada escena, y la sencillez de su lenguaje.

Un Abrazo a todos.