viernes, septiembre 08, 2006

Mirada flotante



Existen noches durante las cuales,
el único elemento donde poder asir mi sombra esperpéntica, es una superficie rodeada por boyas de extensa mirada flotante.
Sobria y acorchada, como dibujando ese límite donde los ojos ya no pueden percibir con exactitud la realidad de las cosas.

De pronto, no existen fuerzas capaces de someter a ninguno de mis músculos. Y es allí, donde anclada en mi silencio y atada a mi insignificancia, ya no hay más revoloteos que los de una onda despistadamente expansiva.

Un pasillo con ecos, ...
[el eco, esa voz de ¿quién?]
recovecos vagamente expresivos que resuellan bajo una aparatosa mueca de desconcierto, y al borde de esa laguna existencial llamada mente.

Mis manos, que alguna vez fueron portadoras, ya no ofrecen nada.
Y mis ojos, cansados ya, se clavan lentos y dejan de mirar...
Sólo fluctúan a expensas de otras naturalezas, otra motivación, otras dimensiones.
Se nutren de otra movilidad...
Adqusiciones impropias tales como esa arena mojada por los océanos, con ese olor a podredumbre del que me siento incluso enferma en otras situaciones, pero que ahora no.

Floto y no me apeo ni en lugares ni en apariencias.
Sólo respiro y ondeo mi extraña figura fantasmal bajo las aguas de un tornado que me expulsa,...no hacia el exterior, sino en pos de una profundidad aún mucho más oscura, más demencial, más inagotablemente infinita.

Sin embargo, me agrada esa sensación de sentirme engullida por unas fauces que apenas me ahogan. Ya no hay forcejeos, ni presiones ni resistencias.
Parezco pender de la capa húmeda y brillante de esa lengua bífida, donde un poco más abajo sólo existen los restos de un envejecido veneno que ya me es inocuo.

El hecho se va calibrando por sí sólo, dejando así que el agua fluya y me recorra y me arrastre cumpliendo su función, su efecto exfoliante, tal y como contactan las gotas de lluvia por cada burbuja de aire cuando caen, alisando pacíficas cada rugosidad de la atmósfera.

Puedo sentirme deriva ante ese deseo constante de no querer pertenecer, pertenecerte o pertenecerme.
Puedo compenetrarme con ese momento capaz por sí sólo de descorchar ese misterio de mí misma que,...a veces pide a gritos extralimitarse sin que nada ni nadie se dé cuenta de ello.

Ni siquiera yo misma.

No hay comentarios: